Hace tanto que no
escribo que no sé ni cómo empezar. Esto se va a parecer más a un borrador que a
un terminado, pero es probable que escriba mejor cuando no considere que es
importante el modo sino el contenido. No sé si lograré ENVIAR sin antes leerlo
mil veces y corregirlo. Como sea ahí va…
Pasaron casi 365 días desde la última vez
que publique, desde que me la última vez que escribí porque la verdad es que no
volví a intentarlo. Si pensar en escribir, pero por algún motivo quedo solo en
un pensamiento. Hay tanto que me gustaría expresar que las palabras se estancan
como en un embudo.

Basto que una sola
de esas personas, tal vez la que sentía que más me sostenía, decidiera dejar de
hacerlo. Todo lo que venía padeciendo se hizo real, lo sentí, me apagó, me tiro
hasta donde tenía que empezar a estirarme, saltar, treparme para salir de ese cráter.
Gracias a que ya
había conseguido trabajo conocí a gente que lograba entretenerme, contenerme
del algún modo, sacarte una sonrisa cuando lo necesitaba. Y una de esas personas
me recomendó a una counselor. Casi sin tener muy claro que podía hacer por mi,
pero con la necesidad de recibir solo un cuarto de lo que más tarde recibí agende
una cita.
Se convirtió en una
red, una red de contención, donde uno se anima a saltar sabiendo que existe
alguien que te respalda, que predica por tu salud emocional. De a poco, sin
ahondar mucho en “lo que no fue” fuimos reforzando y creando nuevos cimientos.
Le dimos forma, color y nombre a las cosas. Las llamamos por su nombre. Miedo,
angustia, bronca, frustración.
“Estoy muy enojada
conmigo” y estallé en llanto en una de las sesiones más movilizadoras. La
mirada ajena es muy castigadora, pero la propia es aún peor cuando uno cree que
para atrás hizo muchas cosas mal.
Creo que en la
sesión 10 abre dejado de llorar, había mucho que tenía que sanar, que
perdonarme. A medida que las semanas pasaban las cosas se iban acomodando mucho
más rápido de lo que creía el primer día. La sensación de frustración se
convirtió en esperanza y en fe en mi misma. En creer como dice Claudia que
realmente “hacemos lo que podemos, Agus”. Y cuando uno va queriendo, va dejando
el “deber ser” de lado y va sintiendo que sentarse a lamentar sin querer
mejorar no llega a ningún lado también va pudiendo. A hacer una vez más lo que
podemos. A crecer. Y vaya que este metro cincuenta y siete siente que creció.
Hoy tuve la última
sesión de este ciclo. Hoy volví a llorar. Las lágrimas eran una mezcla de
felicidad con melancolía. Encontré un espacio donde me sentí cómoda, segura,
capaz. Conocí a una persona que supo ser sinceramente frontal y dulce al mismo
tiempo. Todo sucedía el miércoles después de la sesión, como desafiándome a resolver
las cosas, a enfrentarlas. Y ahí vamos a enfrentar todo, con la certeza de
tener la capacidad, pero también sabiendo que siempre va a haber un horario
para mí, que siempre voy a tener mi espacio.
Hoy pude
agradecerle a alguien por ayudarme, por tener un gesto conmigo, a saber que
puedo merecer “el mimo” de otra persona sin sacar mis pinches por miedo a salir
lastimada. Hoy puedo sacarme la armadura, que tan oxidada está. Hoy puedo
saltar, construimos una red de contención!
*El término counseling es un anglicismo que comprende diversas áreas de trabajo y requiere de una formación profesional superior que apunta a la prevención y atención de problemas de la vida cotidiana o conflictos relacionados con crisis vitales tales como sexualidad, adolescencia, relaciones de pareja, adicciones, desarrollo personal, etc. y con un importante uso de recursos provenientes de la Psicología Humanista.
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