Donde los sueños se hacen realidad.

Sueno reiterativa, y lo se, pero me sorprendo de mi misma cuando miro un año atrás en mi vida. Tal vez me sorprende sentirme orgullosa de mi, realmente. Lejos de frases hechas; de decir pero no hacer; de ideal pero no real. Hoy siento que mis palabras coinciden mucho con lo que quiero y con los que deseaba tanto. Decir y hacer coincidieron por fin.


Suena reiterativo decir que nada hubiese sido posible sin aquellos que siempre acompañan, pero mas real aun es ser consciente que pueden querer ayudar mucho, pero la fuerza de voluntad tiene que nacer de uno y del deseo de cambiar algo. Y eso debería suceder en el fondo del cráter o surfeando la ola. Y en el último año aprendí a disfrutar de surfear, de disfrutar el camino. Lo aprendí, pero también lo pude llevar a cabo, que es algo que no venía sucediendo.


Mis objetivos eran varios y todos requerían de una real fuerza de voluntad, de esas que salen de las tripas. Ese era uno de los objetivos, mantener la fuerza de voluntad, ejercitar la constancia y hacerla un modo de vida. Esa fuerza de voluntad iba a lograr que me amigue con los números, me haga cargo de una situación financiera complicada y actué en consecuencia. Mejorar mis hábitos y generarlos. Acomodarme.
Salí del caos financiero y empece a ahorrar y con muchísima ayuda de él, Nos fuimos de viaje!


Mil horas volvería a dormir en aeropuertos para volver a vivirlo, no me quejo si son menos. Viajar es hermoso, conocer lugares, recorrer, desenchufarse, descansar, divertirse, compartir, acompañar. Viajar de a dos tiene un sabor muy especial, vivir una convivencia libre de rutinas y  teléfonos. Planes a la medida de cada uno y disfrutar del disfrute ajeno como bonus track de todo. Debo reconocer que quedaron pendientes, que tendremos que volver o recorrer nuevos destinos, pero con la certeza que amaría recorrer mil rutas con la misma persona.


Un poco sin querer y un poco con una mano amiga llegamos a donde los sueños se hacen realidad. Disney. No se si para todos esa palabra tiene el mismo peso, pero para mi era un deseo desde muy chiquita, la idea de jugar sin límites y estar un ratito en un lugar de cuentos. A mis 31 años se hizo realidad.
Juro que me hubiese bastado con sentarme a mirar a donde estaba, a sentir que los sueños se hacen realidad. Estaba en un castillo, con mi sapo-príncipe, viviendo un sueño.


El clima era ideal, se reforzaba un leve bronceado, paseaban príncipes y princesas y los personajes de mis cuentos caminaban por todos lados. Tengo una foto con Minnie, un vaso de recuerdo, cientos de fotos pero me quedo algo mucho más importante, el disfrute. Muchas veces conté mi vida y situaciones desde afuera, sin sentir ni dolor ni alegría, con un escudo gigante “por las dudas”. Esta vez fue distinto, esta vez me reí, me emocione. Creo que lo que se ganó más lágrimas fue el hecho de sentir que un sueño se cumplía y que la realidad era sumamente satisfactoria. Nada más hacia falta. Nada mas hace falta.

Hoy las cosas son distintas, no suenan cascabeles ni pasan carruajes pero la realidad tiene otro color cuando uno los mira distinto. Hoy somos distintos, hoy soy distinta. Hoy los cimientos son más firmes y construir no parece una utopía.

Comentarios